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sábado, 3 de septiembre de 2011

HISTORIAS DE AJEDREZ.



                                                       


El perro del silencio
1 DxC!! PTxD
2 CxPC PxC
3 AxPjaque R1A
4 T8T mate
Ese día llegaron a los periódicos dos noticias casi al mismo tiempo. La primera hablaba de un perro. La otra, de un cantante.

La del perro sucedió en Río de Janeiro y hubiera podido acontecer en Bogotá o Lima, o en cualquier otra gran ciudad de América Latina: una madre salió a trabajar por la mañana y dejó a sus hijos encerrados en el rancho de latas y cartón.

Como cada día, dejó encendida una vela para que alumbrara a un santo protector, de mirada angelical. Parece que esa vez aquella figura de yeso amaneció distraída y en algún momento el fuego alcanzó un cartón de la pared y en segundos las llamas infernales se propagaron por el cuartucho, con los niños adentro.

En medio del horror impotente de los vecinos, que alcanzaban a escuchar los gritos de los tres niños, apareció un perrito callejero que se lanzó adentro del rancho y arrastró afuera a uno de los niños. Con sus lanas sucias chamuscadas, el perro repitió la operación y logró sacar a un segundo niño, ya casi asfixiado. Volvió por el tercero. Pero no volvió más. La techumbre se derrumbó y aplastó, quemó y mató al perro y al último niño.

La otra noticia contaba que el cantante acababa de inaugurar su parque privado de diversiones, copia de Walt Disney, para invitar a sus niños amigos.

Los periódicos seleccionaron, por cuestión de espacio, el informe del cantante. Del heroico perro nunca nadie dijo nada. Tiempo después se supo que el cantante había aprovechado tanto niño a su alrededor, para darle gusto a sus inconfesables gustos. Los niños, hijos de adineradas familias norteamericanas, dormían con el cantante a instancias de sus propios padres, admiradores del ídolo de la farándula. Hubieran estado más protegidos durmiendo con el perro de los tugurios que demostró, inclusive, ser más efectivo que el santo de yeso.

Por suerte, en ajedrez el heroísmo sí se reconoce.




Un soldado de terror
1 PxP PDxP
2 DxD+ RxD
3 0-0-0! Jaque y se pierde la torre
Era un muchacho de 19 años, con un extraño tipo de alcoholismo que, tras dos copas, se hundía en las peores pesadillas. Huérfano desde niño, tuvo que abandonar los estudios porque su padre adoptivo, tipo multimillonario, le negó cincuenta dólares para comprar libros. Y en un esfuerzo por conseguir el dinero, se dedicó al juego y acumuló deudas enormes que lo obligaron a escapar.

“Allí tengo alojamiento y comida gratis”, pensó el joven, y se enroló en el ejército. En la milicia era conocido como Samuel Perry y dado que hablaba y escribía bien, fue ascendido a sargento y su principal tarea era redactar cartas - íntimas y de trabajo --, para los oficiales.

Esta nueva vida le duró poco, porque al final fue sometido a consejo de guerra y enfrentó estas acusaciones: Contar historias de terror en las noches, para no dejar dormir a la tropa. Leer libros que no eran de su grado. Jugar al ajedrez. Negarse a ir a misa.

Degradado y expulsado del ejército, pidió un último favor a sus compañeros de milicia: Un dólar por cabeza, para publicar un libro de poemas sobre la vida en el cuartel. Recibió un total de 135, se marchó, y publicó el libro. Por suerte, para la poesía, Perry los engañó, no mencionó el tema, y se dedicó a escribir deliciosos cuentos de terror. Su nombre verdadero era Edgar Allan Poe.

En la vida, como en el ajedrez, no se sabe de donde salta la maravillosa sorpresa.

Tener-O`Nelly, Sofía 1934.

El hijo de la partera
1 PxA= C!! RxC
2 C6C !! y a cualquier jugada, el blanco corona alfil o dama, y mate
Existió un hombre que tuvo que matar a otro. Pero, ¿Cuántos han matado a otros?, preguntará alguien, con sobrada razón. De hecho, en el mundo de hoy existen algunos con más muertos a sus espaldas que pelos en la cabeza. Mire la prensa o la Tv. Ahí están casi todos los días. Y dan declaraciones. Y mandan en el mundo.

En fin: ese hombre tuvo que matar a otro contra su propia voluntad y en medio del llanto sincero. ¿Cómo se llamaba? Del verdugo nada se sabe. De la víctima, sí.

La víctima era hijo de una partera y de ella había aprendido el ayudarnos a dar luz, pero en forma simbólica: nos enseñó el noble y extravagante arte de aprender a pensar. Ese hombre que nos ayudaba - con preguntas - a parir la verdad, se llamaba Sócrates.

Acusado de menospreciar a los malditos dioses, fue condenado a beber la cicuta. Y su verdugo, al acercarle la pócima fatal, le pidió perdón y le dijo: “No, no es justo, tú, el más bueno entre los buenos, el más justo, prudente y sabio… no es justo”. Y rompió a llorar mientras se alejaba con paso acelerado.

Sócrates bebió la cicuta sin vacilar. “Quienes postergan la hora de su muerte unos momentos, tienen una idea bastante pobre de la eternidad”, dijo antes de agotar el líquido.

En ajedrez, también, el final debe llegar sin mucha ceremonia. Pero elegante. Mate en tres.






2 comentarios:

  1. ¡Vaya! ¡Tengo que reconocer que me ha sorprendido tu entrada El perro del silencio. No es habitual. (...Y que para tratar de un "perro del silencio" está agradablemente bien dotado de palabras). Antonio, veo que inicias muchos comentarios con pesimismo y los concluyes con optimismo. Por desgracia, lo contrario de lo que me ocurre a mí.

    Quiero darte las gracias por este artículo. Me ha traído recuerdos y alguna sorpresa. Por ejemplo, cuando hablas de la muerte de Sòcrates he recordado mis dorados 18 años, allí, en La Laguna. Mi catedrático de Filosofía del Derecho era un venerable maestro a cuyas clases no faltaban sus alumnos. Existía un día extraordinario, que se anunciaba previamente de boca en boca, como si fuera un gran estreno, en el que su aula se llenaba hasta los topes de alumnos de todas clases. Era el día en el que hablaba "de la muerte de Sócrates". Se trataba de un clásico.

    Tu artículo ha incitado mi curiosidad y ahora me ha permitido descubrir quien era, de verdad, aquel profesor. Se llamada Felipe González... Felipe González Vicen. No lo sabía pero era uno de los gigantes del Derecho español, por lo que veo, con ideas originales. Era un personaje nada común, condenado a muerte durante la guerra, y que estaba en La Laguna como castigo... Tuve así varios profesores extraordinarios en el lugar menos esperado... Y yo no era demasiado consciente de ello.

    Algún fuerte efecto debió provocarme ya que conservo como oro en paño el libro de texto que Felipe González...Vicen, nos recomendaba.

    El otro punto en el que me has ayudado a pensar es en Poe. Creo que leí varias cosas suyas con doce años, aproximadamente. Mucho más tarde, cuando fui por primera vez a un club de ajedrez, me encontré con un personaje "literario" de Granada: Jacinto Rega. Solía comentar cosas de Poe y lo califica como un escritor dotado de genial precisión.

    Un abrazo para todos vosotros.

    PD.- Ya veo que tus niños no paran de jugar y ganar.

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  2. El perro del silencio....¿¡cuántos perros hay en silencio!?. Sócrates y Poe, curiosamente el paso del tiempo ha hecho que ahora me interese por cosas que antes no me atraían... Alejandro y Rubén...también pierden, pero tengo que reconocer que poco...para el tiempo que le dedican al ajedrez. PD.-Los torneos no son lo mismo sin tus arbitrajes.

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